Mis queridos lectores...
Bienvenidos a mi primera historia, la más reciente en mi
vida y la más dolorosa.
Nunca imaginé que el silencio de una casa pudiera doler
tanto. Desde que mi papito se fue, cada rincón parece guardar su voz, su risa,
su historia. Esta es la mía: la historia de cómo viví su partida.
Mi prima y yo decidimos adelantar el Día de la madre para el
4 de mayo, ya que yo tenía algo que hacer el próximo fin de semana. Varias
veces pensé en decirle que lo dejáramos para la fecha que era, pero algo me
impulsaba a hacerlo el día 4.
Ese domingo vi que mi papito estaba como enfermo, porque se
la pasó la mayoría del tiempo en la cama, y él normalmente no era así. El
domingo en la tarde me fui para donde mi novio, el lunes tuve una sensación muy
extraña. Estaba con mi novio y de un momento a otro sentí como si no fuera él,
como si fuera otra persona, y sentía un vacío como si él se hubiera muerto. En
ese momento no le dije nada porque pensé que de pronto le iba a pasar algo.
Tarde un rato en salir de esa sensación.
El martes 6 de mayo, me llamó mi hermano para que bajara al
hospital, ya que mi papito estaba muy enfermo. Entonces, para entrarlo por urgencias,
ellos fueron adelantando mientras yo llegaba. cuando llegué, le pregunté
"¿Qué tienes?" me dijo: "un dolor en el pecho que me sube por el
cuello", y señalaba donde era el dolor. Cuando lo entraron al triaje, mi
papito dijo qué síntomas tenía, y el doctor le pregunto que si había tenido
gripa. Mi papito le dijo que hacía días le había dado, el doctor le dijo que
parecía un espasmo por el cambio de clima o por la gripa que le había dado, y
que le iba a dar una cita prioritaria.
Fuimos a que nos dieran la cita y, mientras esperábamos él
me miró y me dijo: "Mija, ¿y yo qué hago con este dolor? Yo me empecé a
desesperar y no sabía qué hacer. Le escribí a mi prima para que me dijera dónde
llevarlo por lo particular, y no me dijo nada. Dieron la cita prioritaria para
el otro día a las 8:40 de la mañana. Le hablé a la mamá de mi primo, y ella me dijo:
"En cualquier clínica que lo lleve, diga que es particular, y lo
atienden".
Fuimos al hospital más cercano que había, y nos dijeron que
podía esperar hasta la cita prioritaria, que porque lo que tenía no era una
urgencia y que los signos vitales estaban bien. Él le dijo que entonces qué
tomaba para calmar el dolor. La doctora le dijo de unas pastillas, y nos
vinimos para la casa. Él no comía y se la pasaba en la cama todo el tiempo.
El 7 de mayo fuimos a la cita prioritaria. La doctora lo
revisó y dijo que no era un espasmo, que le mandaría exámenes para descartar
neumonía o fallas cardíacas. Le mandó exámenes de sangre, rayos x de tórax y
electrocardiograma. Pero a la hora que salimos de la cita, solo alcanzamos a
hacer los rayos x; los otros tocaban hacerlos al otro día. Otro día mas de
dolor...
A las 3:00 de la mañana del 8 de mayo me desperté y lo
escuché quejándose del dolor. Me puse sin qué hacer, si irme a esa hora para
urgencias o esperar para irnos para los exámenes. Decidí esperar, pero no pude
dormir más. Fuimos a las 5:30 para los exámenes y, en el camino, le dije que
hiciéramos los exámenes y nos quedáramos en urgencias.
Mientras esperábamos la facturación, yo lo vi muy decaído y
le pregunté que si estaba muy mal. Me dijo que era que no podía agacharse. Me
miró y me dijo que estuviera pendiente de las citas de mi mamita y de los
medicamentos. Pero yo en medio de mi negación, le dije que se iba a poner bien.
Se hizo el examen de sangre, luego el electro, y la doctora
que lo atendió lo llevó a urgencias. Él estaba tan mal que de una le hicieron
el traje y el ingreso; incluso la remisión salió rápido. En un momento nos
sacaron para la sala de espera y me dijo que saldría un ratico a tomar el sol,
fueron los últimos rayos de sol que recibió.
El doctor me dijo que el dolor que él tenía era por qué
posiblemente estaba teniendo pequeños paros cardíacos. La ambulancia llegó
rápido y, cuando lo estaban subiendo, alcance a ver que él estaba llorando, y
eso me puso muy triste. Íbamos en la ambulancia, mi pensamiento y mi fe era que
la primera vez que había estado en una ambulancia, volví a casa con la persona,
que esta vez, tenía que volver a casa con mi papito. Llegamos al hospital y a
él se lo llevaron para la habitación y yo me quedé haciendo el ingreso y ahí
fue donde me enteré que lo ingresaban por infarto. En ese momento sentí un
desespero muy grande, como ganas de salir corriendo y no parar.
Al terminar el ingreso, me fui para la habitación y él
estaba despierto y me decía que mirara lo que le habían puesto. Que eso era
para qué, estaba consciente, nos pusimos a hablar cosas hasta que llegó el
médico y nos dijo que él estaba muy grave, que había tenido un infarto el
sábado en la noche y que debíamos haberlo llevado a más tardar el domingo, que
ya era muy tarde y que iban a hacer un cateterismo para ver qué se podía
salvar. Yo, al ver a mi papito tan consciente, solo pensaba qué daño le quedaría,
mas no alcancé a pensar nada malo. El médico se fue, mi papito me miró y me
dijo: “Vea esa bobadita y tan grave”. Y yo le dije: “¿Pa' por qué no nos
dijiste desde el domingo?”. Y solo respondió: “¿Y yo qué iba a saber?”. Mi
prima llegó y yo me fui. Ella se quedó con él durante el procedimiento del
cateterismo. El procedimiento fue largo, pero salió bien, según dijo el médico:
"que él había quedado con un corazón de quinceañero", que estaría en
UCE el viernes, que el sábado posiblemente lo pasarían a habitación y que lo
pondrían a caminar solito para ver cómo evolucionaba y que lunes o martes lo
estarían dando de alta. Al escuchar esas palabras, me sentí muy tranquila
porque el miedo me estaba invadiendo. Y esa noche no dejaron quedar a nadie con
él.
El viernes 9 de mayo fui muy temprano a estar con él; no
quería que estuviera solo mientras pudiera tener compañía. Lo vi bien, estaba
tranquilo, que ya no le dolía el pecho, pero que no podía moverse mucho. Nos
pusimos a hablar, lo organizaron. Me dijo que le comprara un jugo con poquita
azúcar y que le comprara uvas. Salí, compré las cosas, volví y él estaba
tranquilo. No se comió las uvas, ni se tomó el jugo; llegó el almuerzo, empezó
a comer y me dijo: "Mija, venga al
escondido y se come un poquito". Yo le dije: "No, pa' a mí no me
gusta esa comida". Y me respondió: "Como Claudia se come todo".
Nos reímos y terminó de comerse todo; lo ayudé a cepillarse y se recostó. Llegó
el cardiólogo, me dijo que lo veía muy bien y que posiblemente el lunes o
martes le daba de alta. ¡Qué felicidad!
Mi hermano llegó y yo iba a bajar para que él subiera y,
como vi que había ingresado, me quedé. Entramos a la habitación y lo vi pálido
y como cansado y mi hermano me dijo que yo por qué le decía que estaba bien,
que él lo veía mal. Lo despertamos y nos dijo que se sentía ahogado para
respirar. Llamamos a la enfermera y ella fue a llamar a la jefe; mientras él se
puso más pálido y empezó con náuseas hasta que se vomitó. Mi hermano se tenía
que ir y, al despedirse de mi papito, él le dijo: "Mijo, si me pasa algo...".
Nadie sabe lo que sentí en ese momento. La doctora me dijo que le iban a
cambiar el oxígeno por una mascarilla para ver si saturaba mejor. Se la
cambiaron y me mandaron a buscar unas ampollas para aplicarle porque tenía
líquido en los pulmones y necesitaban que se le desinflamaran rápido.
Volví de la farmacia y me dijeron que la mascarilla no
estaba sirviendo, que iba a tocar entubarlo y yo no reaccioné bien porque
pienso que siempre que hacen ese procedimiento, los pacientes mueren. Entonces
el doctor despertó a mi papito y le preguntó: ¿Usted qué piensa de la
entubación? Él respondió: "Hagan lo que tengan que hacer". Esas
fueron las últimas palabras que le escuché decir. Si hubiera sabido que después
de ese momento él nunca iba a volver a despertar, le hubiera dicho a los médicos
que me dejaran hablar con él antes de sedarlo. Se demoraron 1 hora y media en
el proceso de entubación, me dejaron verlo y fue muy difícil verlo de esa
manera. Le pregunté a la enfermera que cuánto estaría así y ella me dijo que
había que esperar cómo iba evolucionando. También le dije si me dejaba quedar
con él esa noche y me dijo que no podía quedarme.
Me vine para mi casa, comí algo porque no había comido más
que unas papas y, terminando de comer, me llamó mi hermano a decirme que nos
teníamos que ir para el hospital porque mi papito se había puesto muy mal. Otra
vez esa sensación de salir corriendo y no parar me dio. Fuimos a la clínica
varios familiares; solo entramos mi prima y yo. El doctor salió y nos dijo que
el corazoncito no quería responder ni a los medicamentos ni a los
procedimientos que le habían hecho y que solo le daban una hora de vida.
"Qué dolor tan grande y esa angustia de querer hacer algo para no dejarlo
ir, pero no había nada que hacer". No podíamos entrar a despedirnos porque
estaba en quirófano. Al rato decidieron llevarlo a la habitación de UCI donde
estaba y ahí sí nos dejaron subir a despedirnos y llevamos a mi mamita para que
se despidiera de él. Sentí como mi corazón se partió en mil pedazos de verla a
ella como lo cogía y le decía que por qué la iba a dejar sola.
Pasó la hora y él seguía ahí luchando; dependíamos de que la
presión se le controlara. Era la lucha de él y la lucha de nosotros porque ese
monitor mostrara que todo iba bien. En la madrugada del 10 de mayo, al ver que
él medio seguía y con la fe de que se iba a recuperar, me vine para la casa con
mi mamita para dormir, así fuera media hora, para poder ir a clases que tenía
evaluaciones y luego volverme a ir a cuidarlo. No dormí nada, pero aun así fui
a clase y cuando estaba en la mitad de la primera evaluación, mi prima me
escribió para que fuera rápido a despedirme, que lo iban a desconectar porque
él estaba ahí; era por los aparatos que tenía conectados. Casi todos alcanzamos
a llegar a tiempo para despedirnos, pero yo lo miraba y solo pensaba en por qué
las cosas tenían que pasar así y que no quería que muriera.
A las 11:20 de la mañana del 10 de mayo fue declarado
muerto.
Su ausencia duele demasiado, hay algunos momentos donde
hallo tranquilidad, y es porque pienso que él en cualquier momento va a llegar,
pero cuando vuelvo a la realidad y sé que él nunca volverá, la vida me duele,
siento ganas de salir corriendo y nunca más volver. Hay otros momentos en que
siento que quiero ir a buscarlo, pero ¿dónde?
Siento mucho dolor porque él fue mi papá, ese que nunca
tuve; fue mi compañía durante 35 años de mi vida, era quien me cuidaba. Todos
me dicen que tengo que ser fuerte, pero nadie entiende lo que siento, lo que
pienso. Nadie entiende que fui yo la persona que estuvo con él en sus últimos
días de vida y que esos días los tengo grabados en mi memoria como un tatuaje y
que al revivirlos siento que no puedo más...
A veces me pregunto por qué la vida nos pone en el lugar de
ser testigos de lo más frágil, de lo más humano. quizás fue una forma de regalo
doloroso; poder acompañarlo, estar allí cuando la vida comenzaba a apagarse,
sostener su mano sin decir demasiado, solo estando.
Esos cinco días no se irán jamás. no solo porqué fueron
intensos y duros, sino porqué en ellos se selló algo que va más allá del dolor:
el amor en su forma más pura. lo acompañé como pude, con miedo, con rabia, con
impotencia. Pero también con amor y con presencia.
Y aunque me pidan que sea fuerte, la verdad es que no quiero
serlo todo el tiempo. A vece solo quiero llorarlo, recordarlo, dejar que su ausencia
me duela como prueba de lo mucho que significó para mí. Porque amar así también
duele, y eso no es debilidad, es humanidad.
"A veces, los corazones no resisten... pero el amor que
dejaron sigue latiendo en los nuestros".💔
Nos vemos en mi próxima historia.